
Pero en la
Semana Santa hay una presencia de
Dios más sensible y más cercana; es el
Cristo que nace, se alegra, sufre o muere cada día en cada sevillano.
Una noche tuve un sueño: caminaba penitente por una calle larga. Delante de mi, como una Cruz de Guía, la oscuridad absoluta de la noche; detrás de mi, casi imperceptible, el resplandor lejano del Misterio de mi Stmo. Cristo de las TRES CAIDAS, perdido en una distancia inalcanzable. Entre El y yo, una interminable fila de nazarenos extenuados, abatidos por el hambre, la enfermedad, la droga, el desarraigo, la marginación, todas las cruces de todas las injusticias y toda la pobreza de esta mundo estaban allí, en aquella calle larga, entre mi Cristo y yo.
Entonces sentí como un rumor de pasos desde el mismo fondo del silencio, y un dolor a mis espaldas, y tres golpes de martillo, y una vela enarbolada, y una mano que se crispa, y una Cruz que se levanta, y unos ojos anhelantes, y una profunda mirada, y un impulso costalero de sus rodillas quebradas gritando en el mismo puente: ¡ Levántate penitente, que hay que morir en Triana !
Y Jesús llegó hasta mi con su andar poderoso y perfecto, abriendo la noche entre el dolor y las tinieblas, levantando uno a uno a todos los nazarenos caídos que a su paso volvían a incorporarse sosteniendo altas y erguidas las cruces de sus incontables sufrimientos.
A la mañana siguiente el ángel de la Caridad sevillana quiso interpretarme el sueño. De su mano, que es la mano que más sabe de amor en esta tierra, fui a visitar todos los rostros de Dios doliente de Sevilla.
Y vi a Dios entre los que pasan hambre, cientos de sevillanos que todos los días siguen pasando hambre en una ciudad que va a ser homenaje del mundo entero al progreso y los descubrimientos de los hombres. Cientos de sevillanos en la necesidad más absoluta y que son verdadera imagen de ese Cristo de MAYOR de los DOLORES, el que nos muestra en su rostro, cada Martes Santo, la cruel BOFETADA de nuestra indiferencia.
Y en "Regina Mundi" comprendí en grito de Dios crucificado que desde Nervión nos llega clamando por todos los sedientos de amor y de cariño. La inocencia lastimada de los niños, la soledad de los ancianos abandonados, esos CRISTOS de la SED desatendida que son el gran fracaso de una sociedad que se dice solidaria y cristiana.
Y en "Monte Tabor" vi a los que no tienen hogar, ni vestidos, ni familia, los DESPOJADOS de cualquier calor de mundo, la desnudez del Hijo del Hombre peregrino por los templos de Sevilla sin cuevas ni nidos donde reclinar su cabeza.
Y en la cárcel había cientos de Cristos esperando el ROCIO de su REDENCION, cientos de Cristos traicionados cada día por el beso en la mejilla de una sociedad que deposita en ellos la falsa conciencia de su incoherente moralidad.
Y con los Hermanos de la Cruz Blanca comprobé el ABANDONO y el DESAMPARO de esos otros Cristos alejados de nosotros por la distancia infranqueable del olvido; los que ,en la más larga Estación de Penitencia,pasarán un año más por nuestro lado revelándonos que, verdaderamente, ellos son Hijos de Dios.
Las Cofradías de Sevilla, inspiradas por la Fe y por la Misericordia, siempre fueron sensibles a este Dios cercano y olvidado, y supieron repartir túnica y manto con los que nada tenían y acompañar la soledad de los desamparados y cuidarlos en su enfermedad y hasta la muerte, y ahí siguen todavía, como la juventud de esas tres Hermandades del Lunes Santo, AGUAS, SANTA MARTA, y VERA CRUZ, haciendo su particular Estación de Caridad y saliendo todos los inviernos a recoger el amor de Dios hasta en una carretilla.
Deteneos, si sois capaces, ante la tenebrante mirada del SEÑOR de las PENAS. En la profundidad de sus ojos, en su propia imagen derrumbada, el mismo Dios doliente que se oculta tras el antifaz de cada nazareno; el esfuerzo supremo de cada "chicotá", el sentimiento del Rosario entre sus dedos, el sacrificio de sus pies descalzos, esa penitencia que con nadie podemos compartir: la madre enferma en casa, el hijo cautivo de la droga, la curación de un ser querido, el recuerdo del que se fue, la acción de gracias. Hay un Dios doliente en el pensamiento de cada nazareno, un Dios que en su penitencia va explicándole a Sevilla la sencilla realidad de esa Fe que proclamamos.
Este pequeño fragmento pertenece al pregón de José María Rubio. Forma parte de una pequeña obra de arte que fue este pregón, correspondiente al pregón de la Semana Santa de 1991 de José María Rubio y que he querido incorporar.