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domingo, 18 de octubre de 2009

La Macarena en Hungaroring



Cuántos se habrán ido de Sevilla como el emigrante de Juanito Valderrama, llevándose una estampa "pá que me ampare aquella que está en San Gil?" ¿Cuántas ausencia habrá consolado, y cuántas distancias salvado, una foto de la Macarena en los duros años de la emigración? ¿Ante cuántas fotografías suyas no se habrá llorado, tan lejos del barrio que le dio su apelido? No hablo de oídas: durante los quince años que vivimos fuera de Sevilla la Macarena alumbró nuestra casa desde la mesita de noche de mi madre; como iluminó el exilio interior de Cornelia, la de calle Torres, en forma de modesta estampa en blanco y negro discretamente puesta bajo el cristal de su mesita de noche.

Y esto no es sólo cosa de sevillanos que vivan fuera de Sevilla. Ya he contado como el guionista Tonino Guerra se llevó una foto de la Esperanza que acabó en la cabecera de una cama de hospital de la Georgia soviética. O como deslumbró -más bien alumbró- a Antonioni, el maestro que se despidió del cine y de la vida filmando el documental La mirada de Michelangelo, un conmovedor canto al poder de las imágenes (no dejen de verlo: está incluido como extra en la edición de Fnac de La aventura). En él, enfermo y casi ciego, Antonioni acaricia con sus dedos-ojos el Moisés de Miguel Ángel en la soledad de la iglesia de San Pietro in Vincoli. Sobre esta experiencia escribió: "Ahora, este instante, sin miedo, ahondo con sumo respeto el por qué del mundo; y mis manos dolidas, casi paralizados, acarician hasta la adoración la belleza en la espera de abandonar este confinamiento, traspasando el umbral místico de la creación". A quienes vimos a Antonioni contempla ensimismado a la Esperanza en su camarín, y le oímos decir qué fácil era sentir sólo con verla esa esperanza que toda su vida había buscado, nos gusta pensar que esa larga contemplación de la Macarena fue un peldaño en su búsqueda del por qué del mundo.

No, no es sólo cosa de coplas y exageración nuestra este poder de la Esperanza. He aquí que, hace unos cinco años, un chico catalán vino a ver la Semana Santa; que al presenciar la salida de la Esperanza -de la que su madre es devota- quedó marcado por ella para siempre; que desde entonces, como su vocación era ser piloto de carreras, nunca corrió si llevar una foto de la Esperanza en su casco; y que hoy, en su debut en la Fórmula 1 como el corredor más joven de la historia, esa foto de la Macarena correrá con él en el circuito de Hungaroring, en Hungría. Es Jaime Alguesuari, el joven piloto que lleva a la Esperanza en su casco "pá que le ampare aquella que está en San Gil".

Publicado en Diario de Sevilla, el día 26 de julio de 2009.

domingo, 8 de marzo de 2009

La Macarena de luto

No sólo por quienes vivieron con su nombre en los labios y la Ley de su hijo en el corazón; y por ello murieron sufriendo y temiendo, como todos los mortales y como el propio Jesús Nazareno, pero también, como él, esperando. No sólo por ellos, decía, sino también por cuantos le pidieron gracias que no les fueron concedidas, por cuantos salieron de su Basílica llorando lágrimas que nadie enjugó, por cuantos al ver caer la noche desde la ventana de un hospital sintieron que Dios les había abandonado, por esos padres que le pdieron clemencia para la hija que llevaba su propio nombre y su mismo apellido, Esperanza Macarena, sin que su sentencia le fuera conmutada.
Por cuantos pidieron sin obtener nada, aguardaron sin que nadie llegara, esperaron sin que nada sucediera, tuvieron vida con quien compartirla amor pero nadie a quien dárselo, recuerdos pero nadie a quien contárselos, existiendo como si no existieran y muriendo como si no hubieran vivido. Por cuantos murieron su propia buena o mala muerte y por cuantos murieron con la muerte de quien para ellos era más que su vida.
Por todos ellos; por quienes esperaron y también por quienes desesperaron; por quienes fueron a verla para creer contra toda tentación, esperar contra toda desesperanza y amar contra todo desamor y también por queienes cayeron en la tentación, desesperaron y rechazaron el misterio de amor que en ella se transparenta y hace visible; por cuantos no llorarán más viéndola, no le besarán más la mano cada 18 de diciembre, no la esperarán ninguna mañana más de Viernes Santo entre la bulla y también por quienes nunca recibieron la gracia de descubrirla.
Por todos ellos hoy y por todos nosotros mañana -porque también se pueden decir en macareno las palabras de John Donne: "Nunca te preguntes por quién se viste de luto la Esperanza: se viste por ti"-, la Macarena, la imagen siempre moderna y contemporánea de todas las edades, la imagen que rspira, la imagen que ecucha, la imagen que habla, la imagen que acaricia, la imagen que mira, la imagen que comprende, ha renunciado a la malla de oro, a los ángeles bordados en sedas de colores y al tisú para vestirse de luto por sus hijos muertos. Toda Feria es desde hoy calle ancha de gloria, amargura y esperanza. Están puestas en la puertas de San Juan de la Palma, de Montesión, de Omnium Sanctorum y de San Gil las convocatoria blancas, rojas y azules de la Reina de Todos los Santos. Toda la gloria del cielo está a sus plantas y toda la pena del mundo en las manos de la enlutada Esperanza. Hoy entra noviembre por el Arco de la Macarena.
Este fragmento que he puesto fue publicado por el periódico el Diario de Sevilla, el 1 de noviembre de 2008. Con motivo de que la Virgen de la Esperanza Macarena va vestida de luto durante todo el mes, este fragmento va dirigido a todos aquellos que llevan siempre a la Esperanza en el corazón, porque siempre está para cuando la necesitemos.

Sevilla

Cada Domingo de Pasión, Sevilla busca unos labios que le canten el gran pregón de sus amores, lo que nadie sino Ella es capaz de hacer brotar en el corazón de cada sevillano. Y el pregonero, consciente de la infinita generosidad que la ciudad le ha dispensado, quisiera reclamar esta mañana el poder sagrado de su nombre y acercarlo al llanto de su vida a ras de tierra.
Quisiera arrancar tu nombre, Sevilla, del azahar y el lamento, de las palabras del aire, del sentimiento y del verso, de la tierra que pisamos, de la luz de nuestro cielo, de la emoción de tus hijos y el azul del firmamento.
Que tu nombre, marcado por la decisión de Dios en nuestra propia naturaleza, vuelva a sonar esta mañana, como un canto de amor y de esperanza en el hogar de todos los sevillanos. Te canto a ti, Sevilla, la más hermosa, bendecida por Dios y envidiada por los hombres, pero también a ti, la que soportas en tu cuerpo lastimado la injusticia de tu propia enfermedad. Te canto a ti, Sevilla de la emoción y el Salmo, de las madrugadas eternas y el agosto jubiloso, Sevilla de la multitud; pero también a ti, la de la soledad y la intransigencia y del olvido.
Te canto a ti, Sevilla de la plata, la cera y los bordados, Sevilla triunfal de la mañana del Corpus que pasas con la frente alta delante mismo del altar de Dios; pero también a ti, Sevilla de la miseria, de la marginación y la impotencia, Sevilla inmóvil y muda en la cárcel de los silencios de Dios y de los hombres. Te canto a ti, Sevilla, señora de occidente, alcázar defendido por arqueros imperiales, morada de la luz, del arte y de la gracia; pero también a ti, Sevilla la habitada de bruma y de silencios, allí donde no llegan las saetas de luz de tu Giralda.
Porque se acerca el tiempo en el que Dios mismo vendrá hasta ti para hacerse carne de tu carne. Sacramento en tu naturaleza viva, y lo verás llegar entre olivos y palmas montando una Borriquita, para anunciarte, Sevilla, la llena de gracia, que en la sombra de una estrecha callejuela, en los cipreses del convento más pequeño, en el rayo de luna de tus plazas, en el hilo de la voz de tus seises, en el corazón de todas tus hermandades, gracias al amor de Dios y por la Pasión, Muerte y Resurrección de su Hijo, la ciudad volverá a ser excepcional testigo del Evangelio vivo que el sevillano llevará, una primavera más, sobre sus hombros, proclamando así a la tierra entera la Buena Noticia de nuestra propia salvación.
Cántale, Sevilla, a tu Señor,alfarero, artesano inigualableque en la noche más oscura de los tiemposte soñaba ciñéndote en el airebandoleras de azul por los tejadosy sonrisa del agua entre tus sauces.
Dale gracias a Dios que te ha queridosu azucena, su fiesta, su paisaje,que le dio su mirada transparenteal perfil soleado de tus tardes,que se hizo blancura en tus gladiolosque se hizo alimento en tus trigalescon que saciar de amor las madrugadascomulgando por Él por nuestras calles.
Alaba alma mía la amanecidadel rocío sediento de azahares,el temblor de tus aguas silenciosascuando pasa Jesús sobre sus cauces,el tañido violeta del convento,puro aroma de incienso y humildades,donde cantan de amores los jilgueros,las bienaventuranzas de la tarde. Dale gracias a Dios ,que te ha entregadola celeste altitud de sus nidalesy se hizo jardín de su hermosura,y adornó tu horizonte con celajes,y llenó con el agua de su pechotus sedientos y secos manantiales. Y después de haberte dado todo,aún te dio su corazón para salvarte,porque al verte llorar de Madrugada,no teniendo ya nada que entregarte,Dios se hizo nazareno de Sevillay te dio la Esperanza de su Madre.
Estos párrafos tan hermosos y tan bonitos que he puesto aquí pertenecen al pregón de la Semana Santa de Sevilla de 1991 donde su autor fue José María Rubio. Donde le dedica estas palabras tan emocionantes y entrañables a nuestra querida y hermosa ciudad que es Sevilla, porque sólo hay una y que bella que es.

sábado, 7 de febrero de 2009

Elogio de la Semana Santa en la Radio

Son las siete de la mañana en un pequeño cuarto al norte de Dublín. El día ha amanecido frío y lluvioso, típico de ese invierno que ya empieza a durar demasiado.
Entre las cortinas se adentran unos tímidos rayos de luz que anuncian la aurora; son pocos, pero los suficientes como para quebrar la oscuridad en que permanece la estancia, e iluminar una pequeña mesa sobre la que se apoya una vieja fotografía de la Virgen de la Amargura. Desde su cama Carlos la mira fijamente, mientras recuerda que esa vieja estampa que un día le regaló su abuelo, fue lo primero que metió en su maleta el día que tuvo que marcharse hace ya dos años a estudiar fuera de su tierra. Se deja ir uno segundo por la pereza, pero enseguida se levanta nervioso. Sabe que hoy no es un día cualquiera de la semana, pues ya esa hora tendrá colgado en Internet, es nueva radio virtual, el programa que anoche se escuchó en Sevilla, aquél que durante una hora le acercará la actualidad de su Semana Santa, le devolverá imágenes y sonidos que creyño olvidados y le abrirá una ventana a su tierra. Presuroso maneja el portátil, y antes de que salga el primer café de la mañana ya está ahí... De repente se topa con una melodía, esa marcha Macarena de Abel Moreno. En ese instantes se queda estático, inmóvil y con el café en una mano, al unísono con una voz repite "El Llamador", mientras con la otra golpea la mesa reproduciendo la cabecera del programa. Su mirada perdida nos delata que él ya no está allí, con el frío y la lluvia, ha vuelto con su imaginación a su tierra. Son las siete de la mañana de un lunes, y, como cada semana, la magia de la radio y la mente han obrado el milagro; sólo con una simple melodía, con una sola cabecera, se ha conseguido unir con un lazo de emociones y sentimientos Sevilla con Dublín. Estas palabras que he puestos fueron pronunciadas por Juan Moya Gómez el 28 de enero de 2008 en la ceremonia de entrega de El Llamador Memorial Luis Baquero al Cardenal Amigo Vallejo, que tanto ha hecho por nuestro ciudad y al que siempre lo llevaremos en nuestro corazón.

Semana Santa, presencia de Dios

Pero en la Semana Santa hay una presencia de Dios más sensible y más cercana; es el Cristo que nace, se alegra, sufre o muere cada día en cada sevillano.
Una noche tuve un sueño: caminaba penitente por una calle larga. Delante de mi, como una Cruz de Guía, la oscuridad absoluta de la noche; detrás de mi, casi imperceptible, el resplandor lejano del Misterio de mi Stmo. Cristo de las TRES CAIDAS, perdido en una distancia inalcanzable. Entre El y yo, una interminable fila de nazarenos extenuados, abatidos por el hambre, la enfermedad, la droga, el desarraigo, la marginación, todas las cruces de todas las injusticias y toda la pobreza de esta mundo estaban allí, en aquella calle larga, entre mi Cristo y yo.
Entonces sentí como un rumor de pasos desde el mismo fondo del silencio, y un dolor a mis espaldas, y tres golpes de martillo, y una vela enarbolada, y una mano que se crispa, y una Cruz que se levanta, y unos ojos anhelantes, y una profunda mirada, y un impulso costalero de sus rodillas quebradas gritando en el mismo puente: ¡ Levántate penitente, que hay que morir en Triana !
Y Jesús llegó hasta mi con su andar poderoso y perfecto, abriendo la noche entre el dolor y las tinieblas, levantando uno a uno a todos los nazarenos caídos que a su paso volvían a incorporarse sosteniendo altas y erguidas las cruces de sus incontables sufrimientos.
A la mañana siguiente el ángel de la Caridad sevillana quiso interpretarme el sueño. De su mano, que es la mano que más sabe de amor en esta tierra, fui a visitar todos los rostros de Dios doliente de Sevilla.
Y vi a Dios entre los que pasan hambre, cientos de sevillanos que todos los días siguen pasando hambre en una ciudad que va a ser homenaje del mundo entero al progreso y los descubrimientos de los hombres. Cientos de sevillanos en la necesidad más absoluta y que son verdadera imagen de ese Cristo de MAYOR de los DOLORES, el que nos muestra en su rostro, cada Martes Santo, la cruel BOFETADA de nuestra indiferencia.
Y en "Regina Mundi" comprendí en grito de Dios crucificado que desde Nervión nos llega clamando por todos los sedientos de amor y de cariño. La inocencia lastimada de los niños, la soledad de los ancianos abandonados, esos CRISTOS de la SED desatendida que son el gran fracaso de una sociedad que se dice solidaria y cristiana.
Y en "Monte Tabor" vi a los que no tienen hogar, ni vestidos, ni familia, los DESPOJADOS de cualquier calor de mundo, la desnudez del Hijo del Hombre peregrino por los templos de Sevilla sin cuevas ni nidos donde reclinar su cabeza.
Y en la cárcel había cientos de Cristos esperando el ROCIO de su REDENCION, cientos de Cristos traicionados cada día por el beso en la mejilla de una sociedad que deposita en ellos la falsa conciencia de su incoherente moralidad.
Y con los Hermanos de la Cruz Blanca comprobé el ABANDONO y el DESAMPARO de esos otros Cristos alejados de nosotros por la distancia infranqueable del olvido; los que ,en la más larga Estación de Penitencia,pasarán un año más por nuestro lado revelándonos que, verdaderamente, ellos son Hijos de Dios.
Las Cofradías de Sevilla, inspiradas por la Fe y por la Misericordia, siempre fueron sensibles a este Dios cercano y olvidado, y supieron repartir túnica y manto con los que nada tenían y acompañar la soledad de los desamparados y cuidarlos en su enfermedad y hasta la muerte, y ahí siguen todavía, como la juventud de esas tres Hermandades del Lunes Santo, AGUAS, SANTA MARTA, y VERA CRUZ, haciendo su particular Estación de Caridad y saliendo todos los inviernos a recoger el amor de Dios hasta en una carretilla.
Deteneos, si sois capaces, ante la tenebrante mirada del SEÑOR de las PENAS. En la profundidad de sus ojos, en su propia imagen derrumbada, el mismo Dios doliente que se oculta tras el antifaz de cada nazareno; el esfuerzo supremo de cada "chicotá", el sentimiento del Rosario entre sus dedos, el sacrificio de sus pies descalzos, esa penitencia que con nadie podemos compartir: la madre enferma en casa, el hijo cautivo de la droga, la curación de un ser querido, el recuerdo del que se fue, la acción de gracias. Hay un Dios doliente en el pensamiento de cada nazareno, un Dios que en su penitencia va explicándole a Sevilla la sencilla realidad de esa Fe que proclamamos.
Este pequeño fragmento pertenece al pregón de José María Rubio. Forma parte de una pequeña obra de arte que fue este pregón, correspondiente al pregón de la Semana Santa de 1991 de José María Rubio y que he querido incorporar.

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